- Marcas como Converse y Columbia Sportswear aplican “tariff engineering” (ingeniería arancelaria) para reducir costos modificando diseños y materiales.
- La práctica consiste en adaptar productos a categorías aduaneras con menores aranceles, sin infringir la ley.
- Sectores como moda y calzado son más flexibles, mientras que las industrias reguladas enfrentan mayores barreras técnicas.
Con la reconfiguración de las reglas del comercio global, muchas compañías están revisando no solo sus cadenas logísticas, sino también los propios productos que fabrican.
El objetivo: pagar menos impuestos de importación mediante una estrategia que se está bautizando como “tariff engineering” (ingeniería arancelaria).
Consiste en modificar características físicas de un artículo para que encaje dentro de una categoría aduanera más conveniente; sin violar la ley, claro.
En el fondo, no se trata de un truco nuevo ni ilegal, sino de un uso estratégico del sistema de clasificación arancelaria global, donde más de 5,000 códigos determinan cuánto se debe pagar para ingresar un bien a determinado mercado.
En un entorno donde los márgenes están bajo presión y los impuestos pueden dispararse por decisiones políticas, esta práctica está cobrando nueva fuerza.
“Tariff engineering”: Una cuestión de clasificación
Lo que para un consumidor puede ser una prenda de vestir cualquiera, para un fabricante puede ser la diferencia entre pagar un 5% o un 20% de arancel.
Basta con añadir un bolsillo con cierre o modificar la proporción de ciertos materiales para entrar en otra categoría del código armonizado que rige el comercio mundial.
Converse, por ejemplo, incorporó fieltro en las suelas de algunos modelos de sus icónicas All Stars para clasificarlos como pantuflas en lugar de zapatillas deportivas. Esa modificación simple le permite beneficiarse de tarifas mucho más bajas.
Otro caso conocido es el de Columbia Sportswear, que reconoce abiertamente trabajar con equipos de diseñadores y expertos en comercio exterior para adaptar sus productos a las normativas aduaneras.
Una de sus jugadas más eficaces ha sido incluir pequeños bolsillos en ciertas prendas para eludir impuestos.
En el ámbito de los artículos promocionales, una empresa logró reclasificar sus pins decorativos como joyería simplemente incorporando zirconia cúbica. Con ese detalle, evitó un impuesto del 14% aplicable a los productos festivos.
“Es una jugada válida y legal siempre que el producto sea real, funcional y no haya engaño”, le explicó John Foote, abogado especializado en comercio exterior en Washington, a CNBC.
No todo es tan simple
Sin embargo, no todos los sectores tienen la flexibilidad para aplicar una buena estrategia de “tariff engineering”.
En industrias como la automotriz, médica o aeroespacial, cualquier cambio puede requerir certificaciones, pruebas de calidad y validaciones que demoran años. En esos casos, una modificación mínima puede tener un impacto enorme en la operación general del producto y su aprobación regulatoria.
Además, las empresas deben caminar por una delgada línea entre rediseñar legítimamente y falsear una declaración.
El ejemplo más común es el de Ford con su modelo Transit Connect. La automotriz importaba a los Estados Unidos estas vans como vehículos de pasajeros (con asientos traseros incluidos) para luego retirarlos y venderlos como furgonetas de carga.
Así evitaba un arancel del 25% y pagaba solo el 2.5%. La maniobra fue rechazada en tribunales al considerarse que los asientos eran puramente decorativos y que el propósito real del vehículo era otro.
Para evitar interpretaciones adversas, muchas compañías recurren al sistema de “resoluciones vinculantes” que ofrece la autoridad aduanera de Estados Unidos.
Se trata de fallos oficiales que establecen con claridad bajo qué código debe clasificarse un producto determinado. Es una forma de asegurar que lo que se va a importar será aceptado con esa descripción.
La frontera entre el diseño y la estrategia fiscal
El concepto de “tariff engineering” no es nuevo. A finales del siglo XIX, un importador cubrió azúcar blanco con melaza para reducir el impuesto que se aplicaba al producto refinado.
La Corte Suprema estadounidense consideró que no hubo fraude, siempre que el bien fuera presentado con total transparencia ante las autoridades. Ese fallo sigue siendo la base legal que permite estas maniobras en Estados Unidos.
Hoy, con los vaivenes geopolíticos, los aranceles son una herramienta de presión comercial. El presidente de EU, Donald Trump, usa esta política en su primer mandato para dominar a rivales y aliados por igual, y muchos de esos tributos se mantienen bajo su segundo periodo en la Casa Blanca.
Esto ha empujado a los fabricantes (especialmente en China, India y el sudeste asiático) a ajustar el diseño de sus productos para esquivar aumentos repentinos.
Para las empresas mexicanas que exportan a Estados Unidos o importan insumos para sus productos, esta práctica se vuelve especialmente relevante.
En industrias como la moda, el calzado o los artículos promocionales (con alta elasticidad de diseño) puede representar ahorros millonarios.
La clave está en diseñar con estrategia desde el inicio: pensar cada botón, cada costura, cada material no sólo en términos de estética o funcionalidad, sino también como un componente fiscal.
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